La Dolorosa de Racar, un barrio artesanal alfarero que se encuentra ubicado al noroeste de Cuenca-Ecuador y a 40 minutos del centro de la ciudad, se caracteriza por la concentración de fábricas de ladrillos, actividad que la desarrollan familias completas.
La elaboración de los ladrillos tiene un largo y arduo proceso. Inicia con la depuración de la tierra dejándola sin piedras y objetos extraños. Posteriormente se coloca los diferentes tipos de tierra en un hueco redondo y poco profundo denominado noque. La arcilla conjuntamente con el agua reposa por una semana aproximadamente para mezclarlas con las fuertes pisadas de los caballos que mantienen una trayectoria circular durante un día y así obtener una consistencia pastosa.
Al siguiente día los varones con pala en mano y en carretilla sacan el barro del noque para llevarla a un galpón de donde las mujeres con gran agilidad y rapidez colocan en moldes que darán forma al ladrillo. Esta actividad se desarrollará en un día, caso contrario la arcilla perderá las características óptimas para el moldeado y deberá ser batida nuevamente.
La elaboración de los ladrillos tiene un largo y arduo proceso. Inicia con la depuración de la tierra dejándola sin piedras y objetos extraños. Posteriormente se coloca los diferentes tipos de tierra en un hueco redondo y poco profundo denominado noque. La arcilla conjuntamente con el agua reposa por una semana aproximadamente para mezclarlas con las fuertes pisadas de los caballos que mantienen una trayectoria circular durante un día y así obtener una consistencia pastosa.
Al siguiente día los varones con pala en mano y en carretilla sacan el barro del noque para llevarla a un galpón de donde las mujeres con gran agilidad y rapidez colocan en moldes que darán forma al ladrillo. Esta actividad se desarrollará en un día, caso contrario la arcilla perderá las características óptimas para el moldeado y deberá ser batida nuevamente.
La cantidad de ladrillos obtenidos en esta jornada de trabajo sobrepasan las dos mil unidades, las mismas que permanecerán bajo techo por un tiempo determinado. Durante este lapso el clima juega un papel muy importante. Si las condiciones climáticas son favorables se secarán en 15 días; caso contrario puede tardar hasta 30 días.
Los ladrillos antes de ser llevados y acumulados cerca del horno serán raspados para quitarles las pequeñas imperfecciones existentes, luego de obtener uniformidad cada uno de estos se apilarán en grandes rumas donde permanecerán 15 días más hasta que estén completamente secos y listos para el siguiente paso.
En la última etapa de la fabricación artesanal se reúne toda la familia y en una minga proceden a llenar el horno. Los ladrillos son colocados estratégicamente de tal forma que existan pequeños espacios entre ellos, por donde se trasmitirá el calor que se encargará de cocinarlos hasta que obtengan la dureza y resistencia características propias de este material de construcción. El tiempo aproximado del horneado es de 14 horas.
Los artesanos desde su niñez han ido adquiriendo este arte y conocimiento de sus padres y abuelos; y, a pesar de que en la actualidad existen maquinarias que facilitan su trabajo su situación económica no les permite acceder a este tipo de comodidad por su costo elevado. Además las ganancias de este sacrificado trabajo son mínimas ya que la inversión en la materia prima es elevado y el precio de cada ladrillo oscila entre 0,22 y 0,24 ctvs dejándoles una ganancia entre 100 y 150 dólares.